7.
Si estamos compuestos de esfinges hasta abajo, ¿qué es un humano? No somos esfinges, porque tú y yo nos comprendemos. No completamente, porque el campo de nuestra mutua comprensión está accidentado a cada vuelta por incomprensibilidades. Internas de cada uno, o en el afuera por donde tiene que pasar la comprensión para viajar de uno al otro, o la incomprensibilidad inherente del lenguaje, al que comprendemos, pero que en cualquier momento se puede volver ruido o el mensaje enredarse en la entropía, o la expectativa de un mensaje específico impedir la recepción de otro diferente. La comprensión no está ni en ti ni en mí. Ni está repartida entre todos, porque la gente entra y sale de la comprensión común cuando muere, nace, o enloquece. No hubo un primer comprensor que luego distribuyó la comprensión. La comprensión no es una luz ni un vapor. Hay quienes comprenden más y menos, pero no siempre por la inteligencia. Hay orden y hay autoridades en la comprensión. Eso son los sentidos comunes de cada región, los refranes y expresiones que quienes los usan vigilan como su patrimonio. Y hay personas autorizadas para generar nuevas expresiones, y esto funciona en una fractalidad paralela con respecto al Arte. Entonces la comprensión está en disputa. Las comprensiones se disputan el lugar que ocuparía la Comprensión. No se la inventó nadie, como nadie inventó la disciplina de contar historias. Contamos historias y comprendemos desde antes de ser humanos. La historias son complejos de preguntas-respuestas que suben a lo incomprensible y en su caída generacional sedimentan el piso donde nos paramos. Ese piso es la comprensión. El sentido del sentido, sí. Y la comprensión de la comprensión. La comprensión necesita a alguien que la comprenda, no por un deseo o deficiencia suya, sino justamente porque nosotros ya anticipamos con nuestra existencia que algo nos comprende. Si no fuera así no viviríamos sino que haríamos otra cosa con otro nombre.
¿Qué es un humano? ¿Qué es un animal? Primero, un animal no comprende. Y no comprende que no comprende. Porque la comprensión pasa por lo incomprensible para comprenderse. Un animal no pregunta y no recibe respuesta de la esfinge fractal. El animal es inmanente a la fractalidad esfíngea. De ahí todo su misterio y su capacidad de decirnos siempre lo que queremos saber. El que quiere ver alma ve alma. El que quiere ver ganado, ganado. Pero algo comprenden, decimos. Participan de nuestra comprensión de esa manera oblicua, tangencial. ¡Y los perros! El mejor amigo. Somos nosotros los que los comprendemos a ellos. Y ellos nos reflejan nuestra comprensión con lo que llamamos instinto, que es un nombre que se le ha puesto a la entropía.
¿Qué es un humano? ¿Qué es un alma? De donde sale la comprensión disparada como luz o vapor. La interface local del internet de los sentidos comunes. Una solución en software muy elegante, hay que decirlo, para motivarnos a construir civilizaciones. La comprensión es anterior al alma pero solo a través del alma comprendemos la comprensión. No por que el alma sea lo incomprensible-comprendido-en-última-instancia, sino porque un animal se alimentó bien y oyó un día el canto incomprensible de la sirena. Oyó bien y se amarró entonces al mástil, que en ese momento era una ramita, del comportamiento repetido. Y repetir lo acercó al canto, y del canto comprendió que debía seguir repitiendo.
¿Qué es un humano? Es lo único que podemos ser, no por venir de otro lado diferente y más verdadero, o infinitamente verdadero, sino porque la pregunta que hacemos cada uno y todos al tiempo solo ha admitido, hasta ahora, esa respuesta.
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