31.
¿De qué sirve saber que somos Nadie? ¿De qué podría servir? ¿Cómo sería una vida-de-Nadie? ¿Qué acciones incorporaría? ¿Cuáles excluiría? La vida ya es vida-para-Nadie. Pero solo retrontológicamente. No es que el nadie vive, sino que una vez que vivimos, vemos que en el vivir ya estaba el nadie. Una vez que pensamos, descubrimos en el pensamiento el Nadie colapsado dentro de su imposibilidad. No podemos ni vivir ni no vivir el Nadie. Pero el Nadie ya está en el vivir o en la posibilidad imposible de no vivir.
¿Hay ética-para-Nadie? Ya todas las éticas son para-Nadie. Una ética-no-para-nadie sería una ética del alma infinitamente libre, que calcula la voluntad de la voluntad de la voluntad, y por lo tanto es infinitamente comprensible. Una vez ocurre el acto ético, descubrimos que ya era-para-Nadie.
¿Hay estética-para-Nadie? ¿Dónde más puede llegar el lado incomprensible de la belleza? ¿Dónde llega el dato bruto del color, antes de ser este o el otro color? ¿Dónde se satisface la heurística de la belleza reproductiva? ¡En el cerebro! ¿Y dónde está el cerebro? ¿En el alma? Es la contigüidad contigua con Nadie. La idea-cerebro, la lógica-del-neurotransmisor, ya son causa-para-el-alma.
El lector tal vez siente lo mismo que yo al escribir. Queremos una instrucción para vivir. Quermos saber cómo responder preguntas más genuinas o más fundamentales. Pero el fundamento es del origen. Y el sentido es antrópico, sin origen. Estos conceptos, si intentamos aplicarlos al Nadie, se cruzan, tal como lo hacen las ideas del ser o del tener. El Nadie es origen porque un lugar en el sujeto anterior al Nadie es estrictamente inconcebible. Cualquier concepción ya está en el alma. El Nadie es infinito porque no responde ni pregunta nada. Es el alma el que toma su persistencia muda como una respuesta y un fin-en-sí-mismo-para-sí-mismo, ontoretroactivamente.
Comentarios
Publicar un comentario