5.

 ¿Qué es una esfinge? O mejor, ¿qué no es? No es una verdad, ni una pregunta, y mucho menos una respuesta. Pero de ella vienen estas tres cosas. ¿Cómo? ¿Cómo es que lo incomprensible nos dice tanto? Primero, hay un cierto orden en lo incomprensible. Por lo menos grados de mayor a menor incomprensibilidad. Y unas incomprensibilidades que tienen hilos plateados que las conectan con otras. O no hilos, sino incomprensibilidades largas y dúctiles que funcionan como hilos. Hay también incomprensibilidades que son incomprensibles de manera más abstracta o más concreta. La incomprensión abstracta la sentimos como un límite, algo cerrado, una esfinge que nos mira con soberbia y un gesto reticente. La incomprensión concreta es infinitamente incomprensible, una esfinge que sale de sí misma eternamente como expresando mayores dimensiones de las que nos son posibles percibir, como una botella Klein que florece infinitamente, una orquídea Klein que parece tener más y más pétalos y pistilos que salen de sí misma, la eclosión dinámica de la incomprensibilidad misma. La primera es, por ejemplo, lo infinito o lo sin tamaño, o la voluntad de Dios. La segunda es sobre todo la materia comprendida en su materialidad infinitamente material e infinitamente aconceptual. De manera que lo concreto es mucho más profundo que lo abstracto.  

 

            ¿Qué es una esfinge? O ¿qué somos nosotros para ella? ¿Qué somos nosotros vistos desde el enigma concreto de que las cosas existan? No puedo, en este punto, ofrecer la menor hipótesis, porque no comprendo la pregunta. Así que no puedo hacerla, porque, ¿a quién se la haría? Si la esfinge solo habla en acertijos inconmensurables con nuestra razón. Y siempre tiene otro plan, de manera que al solucionar el acertijo solo caemos en el acertijo largo del Destino. Tal vez desde esta esquina podamos responder, aunque no sea a la pregunta original. Esta esquina es la pregunta, ¿qué somos para el Destino? No podemos decir que el Destino piense, pero no hay duda de que ocurre. El Destino sucede, no podría no suceder, y al sucederse los destinos que se agrupan bajo el Destino, percibimos un pensamiento detrás de los eventos. ¿Cuál es el accidente o el contrato que no significa nada? Si incluso lo incompresible lo comprendemos, ¿cómo no vamos a comprender nuestros propios destinos? ¿Quién al morir dice, no sentí nada? Además si no sentimos somos insensibles, y eso también significa algo. ¿Qué somos para lo que, no siendo nosotros, tiene dentro de sí a nuestro significado? Si el sentido está en otro sitio, ¿dónde estamos nosotros? Podemos decir que somos el sentido del sentido. El sentido es el coyote y nosotros el correcaminos. La metáfora funciona a la inversa también, según se mire. Porque ¿cuál de los dos es el primer término? ¿No es verdad que, al mismo tiempo que nos inventamos el sentido, el sentido también nos inventa?

 

            ¿Qué es una esfinge? ¿Por qué no dice lo que tiene para decir y ya? ¡Ah, es que nos gusta que nos hablen claro! Como si en verdad algo nos hablara.

 

¿Qué es una esfinge? La pregunta ¿qué es?. Eso es.

 

 

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