12.

 ¿Cómo es que el alma se conoce a sí misma? ¿Se conoce o conoce la palabra alma? ¿Y qué es lo que puede conocer? Si se conoce a sí misma, sin pasar por la palabra, ¿ese conocerse es también una comprensión o es un conocimiento incomprensible? Esa sensación o afecto que nos indica que nos conocemos, ¿es comprensión? Toda comprensión va acompañada de un afecto. La comprensión es en lenguaje y fantasía. El afecto por sí solo es una fractalidad interna. Una esfinge que nos mira desde adentro de nosotros mismos. ¿Pero cuándo hay afecto sin idea? Cuando estamos frente a lo Nuevo o cuando nuestra propia comprensión se dobla sobre sí misma para no comprenderse, lo que a veces llamamos represión, negación, o de otras formas. Lo Nuevo es la revelación, la revolución, lo mesiánico, todas partes esenciales de lo humano. Lo que se experimenta como enfermedad pero produce la salud, porque establece una nueva pregunta o metapregunta que tenemos que aprender a responder, la parte que nos corresponde, y a recibir las nuevas respuestas del lado de allá. Lo Nuevo es el núcleo incomprensible del Sentido-Conocimiento que cuando alcanza masa crítica, por acumulación de incongruencias entre respuestas y preguntas, estalla como un volcán o cae como un cuerpo celeste y lo incendia todo. Queremos comprender ese fuego diciendo que es el infierno o la profecía, pero esas preguntas fueron respondidas ya por el miedo que infundieron mientras fueron creídas. Lo reprimido o negado son preguntas que respondemos con el síntoma y no con lo que podría ser una respuesta más apropiada, y que en el proceso de responderla aparece también como lo Nuevo, o lo microNuevo para la individualidad. Es un proceso individual análogo al mundial. Entonces el alma conocida sin palabra es siempre nueva para sí misma. Tenemos que decir que eso suena indistinguible de Dios, del Brahman o de cualquier absoluto, cualquier elfo maquínico o sensación de milagro. Entonces la revelación interna, como la de mi amigo africano[1], es la suspensión de la palabra alma. Es comprender que la palabra también es incomprensible, vista desde fuera. Porque palabra y alma se presuponen mutuamente y ocurren en simultaneidad infinita. Pero vista desde afuera, como nos acercamos a hacerlo en ese ejercicio infantil de repetir una palabra hasta que se vuelva ruido, hacemos una abstracción, o tal vez una negación de nuestra comprensión y quedamos frente a nosotros mismos, que en ese momento nos vemos como indistinguibles de cualquier otra cosa, porque en la fractalidad no hay partes, las partes las pone la comprensión. 

            

Pero esa percepción incomprensible del alma sin la palabra es impracticable, o practicable de infinitas maneras. Porque cualquier concepto puede decir esto es mío y usar el afecto como soporte universal-absoluto de su actividad en el día a día. Un policía puede ser tan espiritual como un monje. Entonces la diferencia es en el vivir de cada uno, en la máquina con que exprimen las instrucciones del vivir de ese afecto sin palabra. Entonces podemos otorgar que haya esa comprensión incomprensible, pero cuando la queremos comprender puede significar cualquier cosa, como lo ha hecho en la historia. Entonces, ¿la comprensión es el afecto o la palabra? Tenemos que decir que la palabra usa al afecto. Pero cuando decimos alma decimos también religión, o por lo menos ética, o psicología. Tan pronto comprendemos ese concepto estamos comprendiendo también una disciplina, o varias o todas las que conozcamos o que nos conozcan. 

 

            Pero ¿qué es lo que puede conocer al alma? Desde el punto de vista del software, el alma soluciona muchos problemas en el estar en el mundo del organismo humano. Un punto al cual referir la ética y la moralidad, para poder decir él fue y poder ser efectivo en el cuidado del grupo. Pero desde el punto de vista de la comprensión, ¿es primero la palabra o el afecto? El afecto sin palabra, como demostramos arriba, es comprensible de cualquier forma. La palabra sin afecto es incomprensible porque no tiene sustancia mitológica, no opera en ninguna fantasía. En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios y el Verbo era Dios.[2] Esa es la autobiografía del concepto, que en su narcisismo se hace gemelo de Dios. Y durante la vasta mayoría de los 13 mil millones de años que tiene el universo, en los que no hubo lenguaje, ¿también estaba el Verbo con Dios? Entonces ¿dónde estaba Dios? Y Dios ¿se conoce o conoce la palabra Dios

 

            Es la esfinge fractal, infinitamente incomprensible, sin partes pero iterada infinitamente, infinitamente interior y exterior, la que sube desde su incomprensibilidad radical y por un salto, que por momentos parece graduado y por momentos cuántico, se convierte en comprensión. Pero esa comprensión y esa alma son fenómenos hiperlocales, casi microscópicos, o en efecto así, resultantes de dos pares de ojos, que son producto de la entropía, puestos uno frente al otro y creando ese efecto de infinito que los baños con espejos contrarios también producen. Pero esa alma infinita solo según su autobiografía tiene el potencial de volverse verdaderamente infinita, tal vez, organizando un vivir que explote las consistencias de lo incomprensible al grado máximo, convirtiéndose ella misma en esfinge para poder conversar con el resto de la fractalidad. 

 

 



[1] Agustín

[2] Juan 1:1

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