24.
El concepto de la causa es la cardinalidad de la experiencia. La función metafísica más fundamental, la que nos permite ver al mundo como una colección de partes interrelacionadas y no una masa informe, inexplicable, ni tampoco una infinitud de partes en agitación desordenada. La causa latente es la-causa-aún-no-causa, la-causa-que-causa-la-causa, causalidad simple, sin objeto ni dirección. Es lo más modesto que podemos decir sobre la fractalidad. Lo más cercano que podemos llegar a ella, desde nuestra latencia lógica, sin agregarle el silogismo y sin que se mantenga como radicalmente inaccesible. Porque no sabemos qué ocurre, o por qué o para qué, pero el mundo ocurre, de eso no hay duda. Y todo nos dice que lo que ocurre hace ocurrir a lo que sigue ocurriendo. Incluso si la realidad es la expresión de un sistema más fundamental, ese sistema también ocurre y ocurre que siga ocurriendo. Y si ese sistema depende de otro, lo mismo aplica. A no ser que haya un sistema que no ocurra sino que sea. Pero eso sería lo-incomprensible-para-lo-incomprensible, un término infinito en la serie de no comprender que no comprendemos que no comprendemos. En ese punto la especulación es irrelevante porque no hay manera de establecer ningún tipo de secuencia causal desde ese lugar hasta donde logramos interpretar las cosas con conceptos, afecto y empatía.
La causalidad lógica es una consistencia de la esfinge distinta de la causalidad latente. La lógica tiene toda la capacidad de hacerse explícita. El silogismo es su producto más puro. Y ya en el silogismo hay premisa, conclusión y deducción. Es decir, objetos y relación causal de un objeto al siguiente, que ya forman una serie. La lógica, por supuesto, también viene de una latencia que necesita ser convertida en explícita por medio de la palabra, el afecto, la empatía. Porque ¿qué nos motiva a resolver el silogismo? Nos parece que se resuelve solo por la fuerza de su necesidad interior. Así de fundamental es para nosotros la causa lógica, que es impensable el caso contrario, que el silogismo esté latente y que el alma lo tenga que resolver. Y cuando el alma resuelve el silogismo, ya está preguntando y respondiendo. Ya el silogismo solo puede ser resuelto si existe la-pregunta-por-el-silogismo. Y el silogismo deja abierta la posibilidad de su continuación causal, es decir, se convierte de inmediato en pregunta. Y por necesidad matemática, y al mismo tiempo por necesidad espiritual, el sistema pregunta-respuesta postula un final donde el sistema se complete, de la misma manera que en la infancia nos parece que papá lo sabe todo, y que cuando crezcamos también nosotros lo sabremos todo, llegaremos al límite postulado por necesidad lógica de todas nuestras preguntas, la pregunta-silogismo, pero también la pregunta-dolor, la pregunta-enamoramiento, la pregunta-democracia. En la adultez somos capaces de formular silogismos que no lleven a un estado universal, pero el dolor no es tan inteligente, el amor no está ni cerca de ser tan inteligente, el hambre solo pide un almuerzo universal, la democracia, donde dialoga el hambre con la lógica, solo puede justificar su existencia imaginango un fin al hambre y a la lógica, y esa respuesta-al-final-de-todas-las-respuestas nos atrae con su gravitación espiritual.
El sistema causal alma-concepto-universal produce y es producida por una ontología del origen. El origen es la causa rey. El primer objeto. ¿Qué produce al origen? Si es un origen relativo, como la idea de la sociedad, entonces lo produce un origen anterior, intermediado por una infinidad de estados causales intermedios. El objeto-origen establece un punto fijo, un clavo desde donde cuelga el desorden deshilvanado de las causas infinitas o aun latentes. Y el alma es el origen-rey, o la origen-reina. Todo lo que existe, existe para-el-alma. Eso es lo único que podemos comprender. ¡Cuánto nos ha costado dejar de ser nosotros mismo el big-bang! El punto de densidad infinita que despliega su sentido hasta los extremos más remotos de la extensión del universo. ¡Darnos cuenta de que la tierra no es el centro del espacio! ¡Conocer a nuestros ancestros animales! ¡Abandonar con todo pesar y todo duelo la causalidad de la religión! El software-alma no evolucionó para conocer la realidad, sino para organizar la logística del hambre y del homicidio. Y la civilización construyó sobre ese software automático un sistema causal que de inmediato produjo lo universal. El mito origina al alma y muchos de ellos especulan sobre un final, bueno o catastrófico. Esta es la ontología default de la especie. Es la que, hasta ahora, ha ofrecido mejor desempeño en relación con su costo. Los filósofos han pensado otras ontologías, pero ninguna ha ofrecido mejor solución logística ni mejor desempeño-costo. Al mismo tiempo todas las ontologías de los filósofos se limitan a establecer otro origen para el alma, para el mundo o para la lógica. Otro origen para la pregunta-dolor, la pregunta-injusticia o la pregunta-verdad. Han sido, entonces, otras formas de la ontología del origen.
Pero nosotros, en la investigación por medio de este libro, hemos llegado a unas objeciones a la ontología del origen. Sabemos que el alma es alma-para-lo-universal, pero al mismo tiempo lo universal es universal-para-el-alma. Inventamos el sentido y el sentido nos inventa, sin que ninguno sea el primer término, el origen. Los aspectos del sentido común son distinguibles e incluso diseccionables lógica pero no materialmente. Podemos postular silogismos que originen verdades, pero sabemos que no hay silogismo que no sea ya una respuesta de una pregunta infinitamente anterior. Que accedemos al alma por medio de la palabra “alma”, y que la palabra solo significa algo cuando el afecto-alma la produce, pero ese afecto solo es afecto una vez existe la palabra “afecto”, y la palabra “alma” para acompañarlo.
No hay origen. El origen solo es origen cuando existe la idea del origen, que solo existe una vez hubo un origen para vincular ambas partes. Lógica, científicamente, podemos postular la idea de un origen físico antes de la idea del origen o de la idea del alma que la produjera. Pero lo físico ya es un concepto, ya hace uso de una causalidad afectiva, es decir, con sentido, y ya nos dice algo. Es decir, que incluso el big-bang es big-bang-para-el-alma. No por la grandeza del alma, sino por su incapacidad de experimentar la fractalidad sin usar las coordenadas de su causalidad álmica. Así que la distinción entre origen físico y origen conceptual es una distinción practicable lógica, pero no materialmente. Podemos pensar el origen físico, pero no comprenderlo, y mucho menos vivirlo.
Comentarios
Publicar un comentario