19.
¿Y es que comprendemos lo que hacemos? ¿Cómo es que hacemos siempre algo en vez de hacer y ya? Quedarse quieto o callar también son acciones. ¿Cuál es la acción que no significa nada, incluso si lo que significa es que es una incoherencia? Incluso al azar le vemos un alma que lo llena de sentido. Tenemos buena o mala suerte, o el destino nos sonríe. ¿Quién es el que no le pregunta nada al futuro? Para que algo sea algo tiene que haber un mapa al cual referimos la fractalidad que se nos presenta y que encaja, desde la estabilidad de esa región de lo esfíngeo, con una región del mapa del sentido común sobre el que nos paramos desde antes de nacer, y tal vez antes de ser concebidos.
¿Ese mapa, entonces, qué es? ¿De dónde salió? De la conversación con la esfinge, del único lugar de donde sale todo. Esa red que hace posible que algo sea algo en vez de simple incomprensibilidad, ¿no es algo también? Y ¿cómo este segundo algo es también algo? ¿Otro algo anterior? ¿Hasta dónde? ¿Un infinito de cosas comprensibles que se pasan el ser-algo de una a la otra? ¿Es eso comprensible para nosotros?
¿Comprendemos lo que hacemos? Si algo no es realmente algo, sino que solo tiene un ser-algo prestado de... ¿de dónde? De lo que llamamos la esfinge porque su existencia radicalmente inabordable es un acertijo infinito, y aún infinitamente infinito, porque no es en realidad un acertijo, sino que nosotros no sabemos hacer otra cosa que solucionar problemas logísticos.
¿Es que el ser-algo es un efecto de la organización de las palabras, que no son ellas mismas algo ya? ¿Y cuál es la palabra que se inventa a sí misma? ¿Y que, tras inventarse ex nihilo, como nos gusta, nos refiere una autobiografía honesta? ¿Quién confirma la autobiografía si no es otra palabra? También la vemos alma, a la palabra. Sin esa unidad abstracta-concreta cómo sabríamos que el mismo ruido es el mismo algo? ¿Y que nosotros somos los mismos que se durmieron ayer?
¿Comprendemos lo que hacemos? Los resultados de las acciones nos gustan o nos desagradan, nos parecen buenas o bellas o cualquier otra cosa, u ocurren sin que sepamos y no formamos juicio sobre ellas. Hay que conocerlo para que sea algo-para-mí. El algo-para-otro ya es algo-para-mí, porque nuestras almas son el mismo algo. Una idea que defendemos matando al otro, si resulta necesario. El algo es algo-para-el-alma, nadie puede estar en desacuerdo con esta idea, a no ser que no tenga alma a la cual referirla. Pero el alma es un algo especial, ella también tiene su autobiografía y su causalidad. Para ella cada algo va hacia adelante o retrocede. No estamos de acuerdo, más que por grupos, en cuáles cosas avanzan y cuáles retroceden a la almidad. Pero todos buscamos la justicia, aunque esa justicia sea acabar con la raza humana o que dentro de trillones de años la materia pare de existir. La inexistencia también tiene alma, que le permitirá sentirse superior a nosotros cuando ya no existamos.
La causalidad que llamamos latente hace sin resultado. Hace hacer y ese hacer hace que haga. Si no hay acciones o cosas, sino solo acción o persistencia, ¿podríamos nosotros hacer? El humano 1.0, el animal logístico, por supuesto que no. Ni siquiera podemos comprender que no hacemos cosas. No comprender también es algo, e incluso no comprender que no comprendemos. La ignorancia es motivo de burla o de lástima, o de empatía o lo que sea. Incluso al morir perduramos como muertos, y cuando nadie nos recuerda perduramos como algo dentro de la gran masa del olvido, algo así como la materia oscura de nuestro universo interior. Hasta los no nacidos nos meten culpa por no haberlos traído al mundo, y las especies físicamente imposibles que podemos imaginar nos sonríen con su benevolencia, también imposible.
Hacemos, pero nunca algo. Pero no hay que preocuparse, porque hay un número infinito de algos-para-el-alma. Ni el loco ni el muerto ni el genio paran de hacer cosas. ¿Qué hacer con este conocimiento? ¿Algo? ¿O nada?
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