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 ¿Cómo vivir? Eso es lo que queremos saber todos. Dar instrucciones para vivir no es el objetivo de este libro. Vivir es una subrutina de la vida. La vida es el conjunto de preguntas con bordes difusos y zonas de incomprensibilidad que respondemos o intentamos responder con el vivir. 

 

Podemos pensar en una película. Distinguimos entre la primera mitad, donde se establece el problema, y la segunda mitad, donde se soluciona. Si vemos solo la primera mitad, la película no tiene sentido, porque solo preguntar es un ejercicio abstracto que no podemos llamar historia. Si solo vemos la segunda mitad, es aún peor, porque todas las respuestas carecen de marco de preguntas que les otorgue su significado. La primera mitad es la vida. La segunda el vivir. La vida es generalmente invisible para nosotros, de manera que actúa como el piso sobre el que avanzamos nuestro vivir, lleno de sentido sin que nos demos cuenta de que es el piso el que otorga ese sentido. Pero ¿qué es la vida? La verdad es que la vida es también un vivir. Un conjunto de respuestas que responde preguntas anteriores. Algunas de esas preguntas son concepciones anteriores de la vida, y esas responden otras anteriores, hasta que llegamos a las respuestas del hambre y la reproducción por mitosis. Pero cada vida responde también al dato bruto de estar-aquí. Lo que llamamos el Nadie, con la consciencia de que llamándolo nadie ya estamos capturándolo retrontológicamente con el alma. Y ¿cómo respondemos algo incomprensible? Respondemos con el hecho de responder. Respondiendo la respuesta-como-tal, antes de esta u otra respuesta, antes de esta u otra vida o vivir. 

 

No podemos decir cómo vivir. Entonces ¿de qué sirve saber que somos Nadie? No podemos decir que sirva para cosa alguna, pero sí tiene efectos. Solo el individuo sabe que es Nadie. Y aunque no podemos saber nada de otro Nadie, sí podemos ver los efectos del Nadie en su ontoretrocaptura en el alma. Y el alma es eminentemente alma-para-otra-alma. Desde el alma podemos convencernos unos a otros de que somos Nadie. De que existimos para nosotros mismos. No podemos fundamentar aquí una ética, pero sí podemos suspender al alma y a la universalidad. La podemos suspender de manera muy deficiente, por medio de una intucición intelecto-afectiva que solo indexa el Nadie como Nadie-retrocapturado-por-el-alma, pero tal vez sea suficiente, en algunos casos, para convencernos de que los demás existen de manera tan simple, tan irreductible y tan incomprensible como nosotros existimos para nosotros mismos, como esfinge-para-sí-mismo.

 


 

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