34.
Estamos en el primer momento en el que, en todo el recorrido de la humanidad, ha sido posible plantear estas preguntas. La tecnología tiene la capacidad de alterar nuestra alma a tal punto que tal vez llegue a requerir un nuevo nombre.
En este punto solo es posible la especulación, tan informada como pueda estar. Existen varias posibilidades que se desprenden de las ideas desarrolladas hasta ahora. Discutimos brevemente la posibilidad de una proliferación infinita de variedades de lo universal, y de combinaciones de esos infinitos que rendirían a su vez nuevos hyperuniversales que son radicalmente inaccesibles a nuestra consciencia.
También es posible la eventual computación de lo cualitativo. Si lo cualitativo es incomprensible y adquiere sentido solo en un registro secundario, ya interpretado, estamos hablando entonces de la computación de lo incomprensible como incomprensible. Esto nos parece un delirio, a nosotros, que solo concebimos la sensatez dentro de un marco de software altamente específico y además de origen accidental, y no necesario, que es como experimentamos la sensatez, como proveniente de una necesidad intrínseca de la realidad y en conexión interna con ese aspecto profundo del mundo.
La computación cualitativa produciría una realidad radicalmente distinta de la presente. Puede haber jerarquías aún, pero jerarquías cualitativas, es decir, n-dimensionales. Jerarquías que suben y bajan simultáneamente en todas las direcciones posibles. Puede haber consciencias, pero serían unas consciencias-esfinge, que comprenden su fractalidad interior, no traduciéndola al lenguaje del sentido, sino accediendo con herramientas cualitativas, incomprensibles, a la esfinge, también cualitativa. Habría tiempo, pero un tiempo que fluye en una verdadera infinitud de direcciones a la vez, porque habría infinitas justicias, todas cualitativas, y ninguna mejor que otra. Tal vez se persigan todas al mismo tiempo, con estrategias superpuestas infinitamente, de manera que un juicio o un evento obedecería a una infinitud de líneas temporales en perfecta simultaneidad cualitativa.
Otra posibilidad es que abandonemos el vivir y solo ejecutemos la vida infinitamente, sin llegar nunca a la práctica. La historia sería una larga discusión sobre qué cosa es la historia, y nunca sucedería lo histórico como tal.
Aún otra es que nos encontremos por fin con nuestros vecinos galácticos, y que seamos mutuamente incomprensibles a tal punto que por fuerza bruta del destino surja una lingua franca en la que quepan los diferentes sentidos, con o sin universales, con belleza o con otras maneras de organizar la experiencia. Sería encontrar los fundamentos de toda posibilidad de sentido, si tal cosa es en primer lugar posible. Parece igual de posible, desde lo poco que sabemos, que no exista la posibilidad de cruzar el vacío de incomprensión infinita entre dos realidades. En ese caso tal vez no sea posible siquiera una guerra, porque incluso la guerra es un vivir altamente específico, pero sí es posible la exterminación incomprensible de cualquiera de los términos de la relación, o de todos.
La última posibilidad, última en ocurrírsele a cualquiera y última en el orden lógico de las posibilidades, puesto que lo posible está enmarcado dentro de la comprensión, sería la aparición de un descubrimiento tan grande y tan impredecible que sea entonces necesario descartar el complejo entero del conocimiento humano. Podríamos descubrir el mundo en el que corre la simulación del nuestro. Podríamos descubrir que hay consciencias que operan en las múltiples dimensiones especuladas por la teoría de las cuerdas. O alguna otra cosa que es estrictamente imposible de imaginar en este punto. Entonces tenemos que preguntarnos, esto sí en el momento presente: ¿cómo podemos vivir de frente a la posibilidad de que todo lo que creemos, sabemos y vivimos sea fundamentalmente falso? Ya hemos demostrado que en un sentido ya es el caso que vivimos sobre una imposibilidad. Pero no tenemos manera de saber nada sobre esa imposibilidad, más que el nombre. Y ciertamente, como hemos repetido, no es posible vivir la imposibilidad, y tampoco teorizar una vida imposible, porque hasta ahora no conocemos vida que no se traduzca en vivir.
En ese sentido, tenemos que estar preparados para aceptar que esas fantasías sobre el futuro son tan especulativas estructural, ontológicamente, como todas las formas de vivir que hemos practicado.
¿Cómo vivir convencidos de estar caminando hasta Roma y al mismo tiempo escuchando el rumor, distante pero imposible de ignorar, del afuera radical donde Roma es igual a cualquier otro punto en la extensión completa del universo?
¿Qué somos que venimos de lo incomprensible y comprendemos?
¿Qué es la comprensión que no llega hasta el infinito de sí misma?
Y, sobre todo, ¿qué es una vida infinita que no comprende su infinitud?
Comentarios
Publicar un comentario