15.
¿Qué es la actividad? ¿Por qué hacemos cosas? El software del alma funciona con la subrutina Libertad. Subrutina porque es un pedazo de software subordinado al del alma, es decir, que su funcionamiento es menos fundamental, un atributo geográfico y no circular. Pero desde esa subordinación ejecuta una interface que antecede al alma y le da la posibilidad de enlazar con el internet de las otras almas. Si el alma es el sueño que nos sueña, entonces la libertad es el sueño del sueño (que nos sueña). La actividad para el alma es, entonces, el ejercicio de su libertad. Un salir desde sí misma hacia el mundo. Una puesta en acción de la infinitud interna para dominar la finitud del mundo. El alma es la única causa de sus acciones, la única voluntad de su voluntad. Evalúa todas las opciones posibles y determina cuál es más apropiada según su deseo interiormente inagotable. Y si las consecuencias son desfavorables, entonces es capaz de encontrar el eslabón en la cadena causal que ha fallado. Puede ser un punto de su razonamiento, o puede ser una circunstancia externa. En todo caso el alma comprende esto también y puede incluirlo en su voluntad inagotable como algo finito que el alma aborda desde su infinitud.
¿Pero cómo sabe el alma que es alma? ¿Y cómo conoce el mundo tan bien para poder operar sobre él con Libertad? El alma sabe que es alma porque hay un concepto alma que comprende la afectividad universalizable del estar-ahí. Y un concepto es ya una infinitud de conceptos, porque incluso sin inventarlos todos, desde uno solo se puede derivar lógicamente su contrario, su negación, las partes que lo contienen y los conceptos necesarios para que el primero exista en relación causal con respecto a sí mismo, etc. ¿Y es que el alma ve al mundo-tal-cual-es? La mirada de la esfinge fractal no es una mirada humana, aunque por momentos creamos y sintamos que nos dice algo con su expresión. La esfinge no tiene esencia más que otra esfinge que aparece en el lugar de la primera. Y no tiene más atributos que la iteración esfingea. Las estabilidades y ductilidades dentro de lo incomprensible solo otorgan la posibilidad de una regularidad en las respuestas que le hacemos a la fractalidad, pero esas regularidades son en sí mismas también esfíngeas. Entonces el mundo es el conjunto de preguntas y respuestas, de zonas de comprensión y núcleos omnipresentes de incomprensibilidad que acordamos, en el proceso más democrático que hay, en llamar el piso que nos permite pararnos y mirarnos unos a otros sin marearnos en la incomprensibilidad de nuestras miradas que son, en el fondo, también esfíngeas. Nos inventamos ese piso y le pedimos que guarde el secreto sobre su invención, de manera que podamos vivir como si el piso estuviera ahí antes de cada uno de nosotros, como si fuera el piso el que nos inventara por generación espontánea. Y la libertad es el amor que nos tiene el piso. Y la actividad es amarlo de vuelta.
Decir que nos inventamos la máquina del sentido común con la que ejecutamos el vivir es solo un lado del juego de espejos o de miradas-de-miradas que permiten tanto la invención como que la invención sea invisible y desde su invisibilidad nos invente. Porque de verdad nos inventa, con completa literalidad. Si primero es el humano o primero el sentido es también una de las preguntas que no podemos plantear. Solo podemos preguntar dentro del sentido, así que la pregunta es ya una respuesta muy estable que solo permite más respuestas que respeten esa estabilidad, de lo contrario serían incomprensibles, o se preguntarían a sí mismas, retroactivamente, otras preguntas distintas. Cada uno nace y está en la actividad del vivir antes de que el agüita del alma termine de permear su carne y asuma el control nominal de la actividad, es decir, instale la subrutina de la libertad.
¿Qué es hacer? Responder. Y a veces preguntar al mismo tiempo que se responde. Cada acción, desde rascarse la nariz hasta firmar la entrada a la presidencia de un país es output de la máquina del sentido. La máquina pierde y gana partes cada día pero tiene un núcleo mecánico-universal que la mantiene funcionando. La máquina quiere producir más partes, no por mejorar la calidad del vivir, sino porque nosotros con nuestras libertades trabajamos sobre la máquina y le pedimos que nos dé cada vez mayor libertad. Lo que llamamos una mayor libertad es el cambio en las partes de la máquina, nuevas maneras de comprensión y nuevas maneras de incomprensión de la misma fractalidad. Nuevas preguntas que requieren nuevas respuestas, y que al responder lo hacemos desde el alma libre, que, con su libertad, pide nuevas preguntas para poder responder y seguir expresando su libertad. La verdadera libertad sería hacer o pensar algo que no fuera ni pregunta ni respuesta. Esa es la definición del milagro. Y la definición de cómo recibimos respuestas a nuestras preguntas desde la mirada inmortal de la esfinge. Milagro también es el nombre que le damos a lo que excede nuestra comprensión y nuestras ideas de alma y libertad. La libertad-realmente-libre es, para nosotros, el territorio de los dioses. Esos ejemplos de lo que podríamos ser si el alma pudiera expresar su infinitud sin estrellarse a cada paso con la finitud incomprensible de todo, incluso de su propia interioridad, también finita e incomprensible.
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