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¿En verdad conocemos al conocimiento? ¿O solo le creemos la autobiografía que nos cuenta? Él nos dice que con su fuerza somete a lo incomprensible y lo vuelve comprensión. ¿Pero cómo lo que existe puede pasar de un estado al otro? ¿Hay estados intermedios, o es un salto cuántico? Si hay estados intermedios, ¿son accidentes de cada mente, o están en la esfinge misma? Si son accidentes individuales, entonces esos estados intermedios son diferentes en cada uno y no podemos considerarlos más que como las particularidades de los aparatos perceptivos individuales. Entonces son manerasde comprender o de no comprender, y no estados intermedios. Si los estados intermedios están en la fractalidad esfíngea misma, entonces son imperceptibles, porque ¿quién los puede ver a través de los accidentes de su espíritu individual? Y así encontramos una pregunta que no somos capaces de formular, no porque en definitiva la respuesta sea de una u otra manera, sino que carecemos de la capacidad de interrogar a la entidad que nos respondería en cualquier caso. Entonces, por lo menos desde nuestra perspectiva, no podemos decir que haya estados intermedios, sino a lo sumo maneras particulares, cualitativas, de comprender o de no comprender. Parece entonces que el conocimiento obliga a lo incomprensible a realizar un salto cuántico, eso dice él. Pero ¿es posible? El concepto, la idea, la imagen, el significante. En todo caso un objeto conceptual con esencia y propiedades. Y en todo caso discontinuo con lo que deja por fuera. Si no fuera discontinuo, en un concepto cabría toda la fractalidad hasta el último detalle. ¡El último detalle de lo infinitamente infinito! ¡O el alma de la Esfinge..! Es infinitamente infinito no porque tenga ese número de partes móviles, sino porque la parte es un invento del conocimiento, que funciona con partes organizadas. Y lo que llamamos la esfinge fractal no tiene partes, sino que es un continuo n-dimensional en el que las ideas de unidad o de múltiple no aplican. ¡Pero le preguntamos eso mismo, de todas maneras! O el conocimiento le pregunta y luego nos reporta. ¿Qué partes tiene usted, su alteza? ¿En verdad nos responde? ¿O nos refleja nuestra propia comprensión? ¡Pero no como los perros, sino como una hyperanimalidad con una infinitud instintual-entrópica contra la que nuestras preguntas colisionan como esas pruebas de choques automovilísticos con cámaras de alta velocidad. Y como tenemos cada vez mejores cámaras, mejor tecnología y mejores conceptos, podemos hacer mejores estudios forenses de esos choques y examinar la destrucción con mucha especificidad, cada vez mayor, o con sentimientos profundos, y música, y luego el director-del-conocimiento firma el reporte oficial, que, como todo lo oficial, tomamos con mucha seriedad. ¡Y nos basta! Nos gusta que nos manden qué pensar, y que lo digan con gravedad para poder tomarlos en serio y descansar de la angustia de vivir en la pregunta y no en la cama de hotel de las respuestas.
Al mismo tiempo cada concepto es pregunta y respuesta simultáneamente. Una comprensión que dentro de sí misma tiene un núcleo de incomprensibilidad que desde esa nuclearidad interactúa con el campo de todo lo incomprensible y tiende a una nueva comprensión. O como una cinta moebius que tiene dos y un lado al mismo tiempo. Es incomprensión y comprensión en relación dinámica que mueve internamente al concepto y lo dispara hacia el futuro. En general la comprensión se apoya en el pasado y la incomprensión salta hacia el futuro. Así que hay maneras de comprender o de no comprender, pero dentro de cada una de esas maneras, hay tanto comprensión como incomprensibilidad en relación dinámica. Ambos niveles operan al mismo tiempo y son mutuamente necesarios, tanto para nuestra comprensión-incomprensión como para el funcionamiento del conocimiento según sus propias necesidades y metas.
Su autobiografía es muy optimista, ¡sádica, incluso! Pero ¿qué nos dice el detective privado que ponemos a seguirlo y a revisarle la basura? Primero, ¿quién es ese detective privado? No puede ser otra cosa que un segundo conocimiento. O una zona en el mismo conocimiento que no habíamos visto y que al encontrar inventamos al mismo tiempo. Porque los conceptos que enviamos disparados contra la superficie inaprensible de la fractalidad encuentran una regularidad. Cada estallido de las partes es singular, pero al mismo tiempo hay regularidad en las fuerzas dinámicas que causan el estallido. Sobre todo, el detective no puede ser un anticonocimiento. A lo sumo sería un caso de fuego amigo. Porque incluso los ejércitos de naciones opuestas están de acuerdo en los fundamentos de la guerra, y generalmente usan las mismas armas. Ejércitos mutuamente incomprensibles no podrían hacer guerra, si esa incomprensibilidad fuera fundamental. Si no hubiera siquiera lo fundamental-concreto de la materia y de las fuerzas físicas, o si la comprensión de un bando sobre estas fuerzas operara sobre un sentido común incomprensible, con otro vivir y con otras universalidades, por ponerlo en términos comprensibles.
El detective privado, ¿no es verdad que querría ser general de la policía? Si es bueno logra ganarse los votos, porque en este mundo metafórico se asciende a ese cargo por elección popular. Claro que están los golpes de estado, pero esos regímenes caen siempre, no por estar montados a la fuerza, sino porque universalizan la comprensión del patrullero-devenido-presidente, que no puede ser más que rudimentaria, y prohíben la pregunta. Por supuesto que no se puede prohibir una fuerza fundamental de la realidad, que sería como prohibir a los suicidas de emplear la gravedad, y, aunque la gente intenta no preguntar, su vida misma pregunta, su no preguntar pregunta, y la angustia se acumula hasta que cae la gran respuesta milagrosa y se nombra a un nuevo presidente, o general, o se deposita la fe sobre un detective advenedizo.
¿En verdad conocemos al conocimiento? Hay que escucharlo, pero escuchar también a los detectives que lo investigan desde posiciones no oficiales. Y si esos detectives también tienen amigos habladores, les compramos una cerveza y los escuchamos también, y aún a esos les revisamos nosotros mismos la basura. ¿A quién no le gusta un buen aceite de serpiente? ¡Y hasta funciona! Claro, porque responde lo que preguntamos con nuestra dolencia. Pero muchas veces la dolencia está en el lado de lo incomprensible, y seguimos lanzándole nuestros conceptos y examinando lo que nos devuelve. Encontrando la misma moneda cada dos pasos, y así llegamos a Roma, por cualquier camino, de dos pasos en dos.
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