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¿Qué es un concepto? ¿De qué está hecho y de dónde saca sus partes? Depende de quién lo mire... Si lo mira un alma el concepto le refleja al alma su almidad cubierta con partes de otros conceptos y con algunas fractalidades esfíngeas. La palabra es la caridad que comunica al alma con el concepto. Y el concepto hace posible que la palabra alma pueda entrar al afecto universal y devolverse con una idea. El concepto está hecho de alma, de palabra y de afecto. Es decir, tiene esencia, apariencia o expresión y un núcleo de incomprensibilidad que nosotros experimentamos por medio de la sensación. Ese núcleo esfíngeo no está en el centro del concepto porque eso sería comprensible como esencia o centralización del lenguaje que lo rodea. El núcleo está en cada parte. La esencia es comprensible como el concepto del concepto, así que implica ya una palabra, y cualquier palabra es por lo menos 50% ruido. Ruido auditivo pero también ruido conceptual, porque el sentido de la palabra no está en la esencia o en el concepto de la palabra, sino que esa esencia es también una palabra y, aunque tiene ese lugar de centralidad, su centralidad depende de que haya otras centralidades y otras expresiones para reflejar su almidad como nodos de un blockchain donde ninguno es el primero. Y el afecto que acompaña a la palabra alma y que la vuelve comprensible desde su incomprensibilidad recorre infinitamente a la palabra y a la esencia como una distribución probabilística de electrones que dan forma al campo del átomo-concepto. La incomprensibilidad del afecto sostiene la comprensión del concepto. El afecto-alma, tanto del concepto como del humano vincula a la expresión lógica de la idea con el instinto-entropía. El campo lógico y el campo material son separables lógicamente pero no materialmente. ¿Le creemos más a la separación de la lógica o a la inseparabilidad de la materia? Pero ¿qué cosa sería inseparable que no deseara su separación? O ¿qué cosa se separaría que no estuviera unida? La lógica pregunta por qué no están más unidos ambos campos. La materia pregunta por qué habrían de estarlo. La materia le responde a la lógica con su unión y la lógica le responde a la materia con su separación. Tanto lógica como materia son conceptos y por eso comprensibles solo dentro de un alma. El alma con su existencia ya pregunta por la palabra y la palabra pregunta por el alma. Cada una se responde a sí misma con el lenguaje de la otra.
Si al concepto lo mira otro concepto siempre uno es más verdadero y el otro menos. Son muy ambiciosos, los conceptos. Quieren explicar a los demás conceptos y gobernar en una monarquía llamada Historia o Ciencia o Política o Concepto. O Libertad o Amor o Caos. ¡Y nos gusta la estabilidad conceptual de la monarquía! Satisface nuestra pregunta-vivir hacia lo universal. ¡Creemos que ya está aquí! Hasta que alguien saca la guillotina... y descubrimos con total evidencia que lo universal está en otra cabeza...
Si al concepto lo mira lo universal, el sueño grande que nos pone a soñarlo desde el pasado al que llamamos presente, cada concepto, bueno, malo, verdadero o falso es un paso hacia esa universalidad que ya nos anticipa a las almas y a los conceptos. Para lo universal lo que existe es la universalidad y los conceptos son la prehistoria que lo produce, siempre avanzando desde la incomprensión hacia una comprensión que solo puede ser perfecta, en algún momento en el futuro, para poder atraer con su gravedad incomprensible a la comprensión del presente, que sigue teniendo núcleos esfíngeos infinitamente esfíngeos.
Si al concepto lo mira la esfinge fractal, ella nos dice: Él es una esfinge que no se da cuenta de su esfingeidad. ¡Y no se puede dar cuenta, porque darse cuenta es desaparecer! Él es ese no-darse-cuenta que funciona como una interioridad, un núcleo de comprensión, una esencia y una palabra embriagadas por el afecto. Ya que estamos le preguntamos a la esfinge qué somos en últimas las almas... Lo mismo, un no darse cuenta fundamental. Una falta de realidad que funciona como una realidad más estable. Pero eso es si le creemos a la esfinge. Nosotros sabemos muy bien que el alma es infinitamente verdadera, un gran darse cuenta inagotable de la propia existencia. El concepto nos dice, las almas son súbditas de los más grandes entre nosotros, y están tan sometidas que no ven la autoridad que tenemos sobre ellas. Esa es la verdadera autoridad. Pues si paramos de pensarlos, dicen las almas, ustedes desaparecen. ¿De verdad? dice el concepto. Y parar de pensar, ¿no es eso una idea también?
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