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Nuestras vidas son, para cada uno y para todos al tiempo, un enfrentamiento heroico a la esfinge fractal que es el mundo. Heroico porque el dolor nos duele como una verdad absoluta y porque incluso el gozo nos sorprende y nos confunde. Fractal porque cada brazo y cada ala es también una esfinge de dimensiones idénticas a la primera, y no hay esfinge-como-tal, ni una esfinge-al-final-de-todas-las-esfinges. La ciencia revela mediante sus respuestas milagrosas nuevas multitudes esfíngeas, desde las nuevas especies que han vivido hasta el momento de su descubrimiento sin testigo de su existencia, hasta los electrones que trafican por conductos incomprensibles para generar el segundo mundo de la espiritualidad algorítmica. Y los estudios de la espiritualidad cerebral han revelado que, aunque nosotros somos Humanos, estamos hechos de esfinges hasta abajo, que nos motivan a seguir siendo Humanos, sin ser ellas mismas formas de lo humano. Y todas, a todo nivel, nos interrogan con el enigma de su estar-ahí, pero, sobre todo, con el de su estar-frente-a-nosotros. 

 

            La realidad es incomprensible, decimos. Por lo menos esto lo comprendemos. Comprendemos que es incomprensible. ¡La arrogancia! Es más profunda y más eterna que cualquier idea y que cualquier vacío. ¡Menos mal! Si no estaríamos satisfechos con nuestra arrogancia. Y así ya no necesitaríamos buscar la verdad para meterla también en el saco sin fondo de las cosas que dominamos espiritualmente. 

 

            Comprender. ¿Qué comprendemos? ¿Qué es comprender? Pongamos un caso fácil. Comprendo que tengo hambre. Voy y como. ¿Es esto comprender? ¿Interpretar un estado corporal y vincularlo a un comportamiento? Entonces todo lo que come comprende. O se puede comer sin comprender. O comprendo que estoy vivo. ¿Quién sabe algo sobre su propia existencia? Hay infinitas maneras de responder la pregunta que hacemos con nuestra persistencia mundial. ¿Cuál comprende y cuál no? 

 

            Tenemos que decir que buscamos comprender pero lo que encontramos cada vez es solo un estímulo para seguir buscando. Como una caricatura en la que el personaje tiene un hueco en el bolsillo y encuentra a cada dos pasos la misma moneda. ¡Y va feliz!

 

            Tenemos que decir también que a todos nos importa más la verdad que el bienestar. Todos buscamos entre la maleza de los días una verdad que sabemos que está ahí para nosotros. Lo sabemos tan bien que nunca lo pensamos, sino que nuestra vida completa es ese saber. Incluso los criminales quieren verse como criminales, y los malos gobernantes buscan una cierta elegancia en su corrupción. ¡Y cuánto nos convence a todos un mártir! ¡Cuántos vivimos soñando con que nos caiga encima un martirio!

 

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