16.
La idea expresada como pregunta o respuesta es un modelo de causalidad. Al mismo tiempo, la pregunta produce a la respuesta, o la empuja desde el núcleo de sí misma hasta el frente donde se convierte en respuesta; la respuesta tira de la pregunta o la produce retroactivamente; ambas funcionan al mismo tiempo y se codeterminan; y ambas son respuestas al mismo tiempo que ambas son preguntas, y las dos caminan desde el alma hacia la respuesta que el alma ve al final de todas las preguntas.
Hay una conexión lógica entre pregunta y respuesta. La lógica es una estabilidad en la fractalidad. No es posible observar a la lógica-como-tal, pero podemos averiguar sus zonas de consistencia, que son regulares y a veces exactas, pero nunca perfectamente regulares ni perfectamente exactas. De esta regularidad y exactitud podemos inferir un campo. Un campo latente, porque nunca aparece como tal. A él nos referimos para inventarnos el lenguaje y el vivir. Esa regularidad nos convence de que hablamos o vivimos con verdad, porque todos podemos inferir el mismo campo. ¿Qué es ese campo de latencia lógica? Ya nos encontramos con la esfinge. Pero el campo establece un orden en la causalidad de las ideas y de las preguntas y respuestas.
Hay también una causalidad material. La manera como un cuerpo colisiona con otro y lo desplaza, la gravedad, la luz, etc. Esta causalidad es independiente de la causalidad lógica, pero solo la comprendemos a través de modelos lógicos. Entonces, ¿cuál existe primero, la causa material o la causa lógica? Un astrónomo dirá que primero es el planeta sin biología que pueda intuir el campo de la latencia lógica. Pero un inteligente cualquiera dirá, y ¿qué es un planeta que no ha sido llamado planeta? ¿La gravedad sin nombre ni ecuación? Funciona, ¡claro! podemos apostar a que funciona, sin posibilidad de estar seguros, porque quién nos podría responder sobre lo que pasa por fuera de nuestra percepción? Si nos está respondiendo, ya lo percibimos, y ya le preguntamos que nos pregunte sobre nuestra vida.
Pero ¿qué es lo que le ponen la lógica y el alma a esa fractalidad planetaria sobre que la solo comprendemos que es incomprensible, y que tiene ciertas incomprensibilidades más o menos estables? La parte, primero. Separa la fractalidad en geometrías, en objetos. Planeta, estrella, luz, gravedad. Sin alma que les pregunte sobre su papel en la universalidad están en latencia con respecto a nuestra única idea posible de lo explícito o existente. Y a esas partes las ilumina con la comprensión y las pone en marcos de referencia no inerciales, sacándolas de la latencia inmediata de la idea-como-idea hacia la pregunta-respuesta.
Podemos llamar a este modelo causalidad álmica. ¿Cuál sería el funcionamiento de una causalidad esfíngea?
Un causalidad sin objeto y sin pregunta-respuesta. Una latencia causal o causalidad latente. Causalidad pura, que solo causa una causalidad posterior. No se dirige hacia objetivo alguno ni viene impulsada por nada que seamos capaces de reconocer. Viene de una fractalidad y va hacia otra. Esto no quiere decir nada para nosotros. No nos dirige la mirada, pero somos tan humildes que cualquier vislumbre de lo que podría ser un párpado lo tomamos como profecía. Y ¿qué es la profecía? Ver alma en la esfinge. La palabra alma nos suena universal, pero, en verdad, ¿quién más que el animal humano tiene esa palabra infinita?
Incluso en la especulación apofática que produce la idea de la causalidad latente estamos dirigiendo una pregunta a la esfinge. Y nos responde con esta idea vagamente comprensible. Es poco satisfactorio, o incluso verdaderamente frustrante que nos hablen en medias lenguas. Pero es el único tipo de respuesta en la que la fractalidad no se rebaja a hablarnos en nuestra lengua vernacular que es pura comprensión, es decir, puro Destino del alma. Porque al comprender también comprendemos que vinimos a la luz de la comprensión impulsados por una pregunta tan grande como sea necesaria para responder a nuestro miedo o a nuestra sensación de grandeza, ambas formas de una misma condición.
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