1.
¿Por qué preguntamos? ¿Por qué no vivimos y ya? ¿No es verdad que preguntando vivimos menos? Vivir y preguntar son actividades contrarias, de eso no puede haber duda. Pero al vivir nos acercamos siempre a una respuesta. Así que hay una pregunta antes de la vida. Pero la vida no es esa pregunta. ¿Cómo podría serlo? Un vaso de agua no puede ser una pregunta, o una lavada de dientes. Si no fueran ya respuestas serían lo violento, indistinguibles de lo que queda después de la muerte para el muerto. Pero también son preguntas, porque las respuestas son siempre adecuadas, solamente, y no suficientes. Todos los vasos de agua son adecuados, como los misiles o el voto, adecuados también, y no garantías de haber respondido de una vez por todas.
¿Por qué preguntamos? ¿Qué ganamos con preguntar? O mejor, ¿qué esperamos ganar? Aprender a vivir, como dice mi amigo argelino.[1] Una noción que, incluso como imposibilidad, solo se le puede ocurrir a alguien tan bronceado. Qué ganamos, sí, pero, ¿qué pagamos por ese premio? Ganamos diferentes cosas, según el tipo de pregunta, desde el incremento poblacional explosivo, con todas las dificultades logísticas y la amenaza de la demografía abocada al vivir y no a la pregunta, hasta el sinsentido, lo último que nos parece ver, y que no logramos distinguir del infinito, así que tenemos que pensar bien cómo es posible ganar algo invisible. ¿Qué pagamos? El precio máximo. La esclavitud completa y sin quejarnos al régimen de las respuestas.
¿Por qué preguntamos? ¿Por qué creemos que se nos debe una respuesta? El dolor, ¿es pregunta o respuesta? ¿Y la alegría? ¿Quién sufre que no quiera saber por qué? Y si no quiere saber, ¿por qué lo satisface esa ignorancia? ¿Quién salta y sonríe sin saber que eso es bueno? Y si le da culpa ser feliz, ¿no es su culpa una pregunta?
¿Por qué preguntamos? Pero también, ¿por qué paramos de preguntar? O lo adecuado nos satisface, o no distinguimos entre lo uno y lo otro. Si lo adecuado nos satisface, ¿por qué hay más preguntas? Si no distinguimos, ¿qué importan las respuestas? En ambos casos vamos metidos en el vivir. Así que, ¿por qué no vivir y ya?
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