Vida y vivir de la obra de arte - José Covo, 2024
Vida y vivir de la obra de arte
José Covo
Quiero hablar hoy sobre una distinción. Siempre estamos distinguiendo entre qué es una cosa y cuál es la otra. Incluso cuando producimos analíticamente una unidad, es una unidad que se distingue de la pluralidad que recoje bajo su nombre. Así que en la distinción ya está la identidad, y en la identidad ya ha ocurrido una distinción. No solo el pensamiento, sino la vida es un trabajo de distinciones que deben o por lo menos intentan formar un sistema, que es distinto de la espontaneidad de la sensación o el instinto. Aquí nos encontramos con esto precisamente sobre lo que tengo intención de proponer hoy. El sistema, la sensación, y sus relaciones con la experiencia Voy a decirlo sin dar más vueltas sensacionales para que podamos trabajar. Es la distinción entre el vivir y la vida, que ya he desarrollado me parece que con suficiencia en un libro todavía inédito.
Así que primero ilustraremos esta distinción, por lo menos lo mínimo que nos permita seguir a los que nos debe concernir hoy, que es la obra de arte. Nos sirve una formulación que aparece cerca al inicio del texto: la vida es coherente pero inexpresable, mientras que el vivir es incoherente y expresable. Puede parecer misterioso pero les aseguro que no lo es. Pero es conveniente que parezca misterioso, porque por ese camino siempre se llega a algo. No siempre lo que conviene, pero siempre lo misterioso desemboca en algo más. En todo caso no es inerte.
El vivir es incoherente porque es la experiencia cruda, antes de los conceptos que la estabilizan. Es expresable porque está “de este lado”. El vivir es la inmediatez de lo que ocurre, antes de la explicación. Es el ruido antes de las leyes que lo convierten en lenguaje, o la expresión sensible antes de las síntesis que la convierten en realidad.
La vida es anterior o posterior al vivir, según cómo se mire. O va por dentro del vivir, o por fuera. En todo caso estamos hablando de una distinción. Vida y vivir no son la misma cosa. Podemos decir que se oponen complementariamente. La una niega a la otra y en esa negación se constituyen mutuamente como distinción y al mismo tiempo como unidad. Son distintas e idénticas simultáneamente, sin que la unidad ni la distinción sea capaz de abolir a la otra. Como abolida, la distinción regresa en la unidad, que se distingue de sí misma por fuerza de su abolición.
La distinción entre vida y vivir es analítica y solo experimentable en la vida. Pensándola en la vida ya estamos viviendo esas ideas en el vivir. Este es precisamente el punto. Ambos registros circulan el uno hacia el otro. Si estamos ahora viviendo la inmediatez de nuestras percepciones, aquí reunidos, ya esas percepciones son estabilizadas, reducidas desde su carácter cualitativo irreducible a la coherencia inexpresable de sus conceptos y categorías que sin embargo expresamos en el vivir incoherente. Ya ven que es cuestión de ir y venir, preservando la distinción al mismo momento que la ignoramos.
La vida es coherente porque forma sistema. Pero es inexpresable precisamente porque ese sistema es perfecto. ¿Quién tiene tanta finura para expresar lo perfecto? ¿En qué idioma o dialecto? ¿Con qué expresión en el rostro? Ya ven porqué regresamos al vivir, a la incoherencia que, sin embargo, acabo de expresar, me parece, con suficiente perfección. Una perfección incoherente, es decir, una perfección imperfecta.
Pensemos en otra formulación del mismo texto: la vida es la teoría del vivir y el vivir es la práctica de la vida. La vida no es simplemente teoría y ya está, sino que es la teoría en la vida del vivir. La práctica está en el vivir y funciona con referencia a la vida. Ya ven que estamos haciendo la distinción desde otra perpectiva. Hacemos el corte en otro lado siendo que cortamos el mismo objeto, la experiencia.
Que sea posible cortar de diferentes maneras se explica desde la posibilidad misma de la distinción entre vivir y vida. La distinción es conceptual y por lo tanto está en la vida. Pero la distinción conceptual tiene que ocurrir en el vivir que no hace sistema. Queda restando siempre algo de la vida en el vivir y el vivir excede en cada momento a la vida. El vivir incorpora el orden de la vida y lo expresa en su práctica imprefectamente, hasta el límite en el que el vivir ya no puede seguir expresando lo que la vida le pide, la sistematización sin resto. Entonces el vivir se agota y la vida llena el hueco donde el vivir fracasa. En el lugar que la práctica se vuelve contradictoria o impracticable ya recurrimos a la vida, que no parece tener contradicción y hace sistema. Intentamos expresar la sistematicidad del sistema y nos damos cuenta de que al intentar expresarla regresamos al vivir, donde se practica la vida. Por eso el corte no termina de zanjar en dos. Podemos decir que hay un corte del corte, el lugar donde la distinción llega al límite de su lógica y regresa a la identidad. Esto no quiere decir que cualquier corte es posible. Puede ser posible en la vida, aislada del vivir. Pero en el vivir se pone en práctica la distinción en el así llamado mundo real.
Una ética de la vida es un sistema cerrado, perfecto. Una ética del vivir es la práctica realmente existente de la ética. Por eso resulta en contradicción eventualmente. El sistema ético de la vida no es implementable como tal en el vivir. La razón no es fundamental como podríamos pensarlo, proyectando la experiencia sobre la realidad exterior más allá de la experiencia. En un sentido importante el vivir es la realidad, podemos decir que el vivir es el universo de la física y la vida es la proyección imaginaria de la subjetividad humana que sintetiza conceptos a partir de la realidad para continuar viviendo. Las producciones de la mente solo refieren a estados o aspectos de la realidad exterior y nunca la capturan como tal. Por un lado porque el universo es muy grande y complejo. La disciplina de la física, que es vida, no logra explicar el vivir del universo. No solo por su tamaño sino porque el universo no es un sistema. Esto de los sistemas es más imagiinario de lo que pensamos. Ciertamente no es lógico. Lo lógico del sistema es su perfección hipotética, nunca realizada, que es el correlato necesario de la práctica imperfecta en el vivir.
Ensayemos otra distinción. El vivir es concreto y la vida es abstracta. Tengan en cuenta que estas tres distinciones son miradas alternativas sobre el mismo objeto. Cuando hablemos de vivir o de vida debemos tener en cuenta todas al mismo tiempo, aunque no se pueden enumerar como atributos de un mismo objeto. El vivir no es en igual medida cualitativo, concreto y práctico. Si estamos en una práctica del vivir, difícilmente será cualitativa, aunque puede ser concreta, pero la práctica no es necesaria ni únicamente concreta. Así es también con la vida, que es lógica, abstracta y sistema, sin que pueda ser esas cosas simultáneamente de manera obvia. Al final de cuentas tenemos que recordar constantemente que las distinciones no son la cosa misma, a pesar de que debemos distinguir entre las cosas para poder trabajar con ellas.
El vivir es concreto y la vida abstracta. Vemos que hay una relación entre lo concreto, lo cualitativo y la práctica del vivir. La relación es en sí misma cualitativa, una identidad y una distinción que se relacionan para formar el objeto. El vivir es concreto porque no es abstracto. Tenemos que separar analíticamente lo concreto de lo abstracto. Rara vez separamos estas cosas. Cuando hablamos de lo concreto, hay un aspecto de abstracción incluida en esa observación. Si llamamos a lo concreto con ese nombre o lo delimitamos, es decir, introducimos la distinción entre concreto y abstracto, o entre más concreto y menos concreto, esa es la abstracción trabajando en la práctica, ya vemos cómo se pueden ir identificando las distinciones. O lo concreto es concreto de esta o de otra manera, esa es la abstracvión trabajando, ya veremos más en detalle cómo trabaja la abstracción y cuál es su origen.
Lo concreto vaciado completamente de abstracción se acerca bastante a lo cualitativo. No es la manera común de pensar en esto. Lo concreto es inmediato, táctil, práctico. Es una lógica sin pensamiento, un funcionamiento automático. Ya ven que estamos hablando del vivir. Es cuestión de separar analíticamente más allá de lo posible en la experiencia diaria. En el libro llamo a este aspecto Impulso. Es un ímpetu, una fuerza que se recorre a sí misma sin llegar a ningún lado. Ese es el comienzo del vivir bajo este aspecto, concreto que llega al límite de lo cualitativo. Lo concreto anda, recorre, perdura en una duración, vibra, tiene cuerpo, peso, dimensiones, todo esto sin que esas cosas sean catalogables, eso ya incluye la distinción abstracta.
Así también la abstracción, mientras tenga algún contenido, mientras sea abstracción de algo y no la institución de lo abstracto como tal, seguirá teniendo algo de concreto mezclado junto con ella. La abstracción como tal o lo abstractamente abstracto es un momento puro de distinción. No es distinción de esto o aquello, sino el instante mismo de auto diferenciación que se diferencia de sí mismo sin llegar a ser nada más allá de ese corte puro que no ocurre sobre objeto alguno. Lo abstracto es una inestabilidad desprovista de campo que estaría estable antes de su aparición. En lo abstracto puro no hay campo ni objeto. Ese es el límite de la vida completamente abstraída de todo vivir. Una vida a la potencia de la vida. Tenemos entonces dos pequeñas figuras:
Vivir elevado a la potencia del vivir:
La vida elevada a la potencia de la vida:
Ya que entramos a las fórmulas, que no son matemáticas, debo aclarar, sino ecuaciones filosóficas que usan la intuición matemática para ilustrar relaciones entre conceptos que no siempre están, estas relaciones, fijamente explicadas en la vida, lo que por lo demás es imposible, y entonces se regresan al vivir usando fórmulas abstractas para expresar relaciones concretas, topológicas, geográficas, de una suerte de teoría de juegos en la que los jugadores son las ideas, ese tipo de cosa.
Esta es la fórmula de la experiencia, verán que tiene sentido:
Es decir, vivir sobre vida multiplicado por vida sobre vivir.
Vivir sobre vida es la fórmula de la percepción.
Vida sobre vivir es la fórmula del pensamiento.
Pueden ver que ni el pensamiento ni la percepción están aisladas. Esto se explica, por supuesto, con lo que hemos dicho sobre que el vivir es la práctica de la vida y la vida es la teoría del vivir. Es decir, no hay práctica tal cual, ni teoría. Por más abstractos que nos pongamos, estamos obligados a vivir esa abstracción en la incoherencia del vivir diario. Y por más concretos y prácticos que seamos, esas acciones o percepciones son estas acciones o percepciones, y no otras, así que están determinadas por ideas, tan sutiles o imperceptibles como puedan parecer. Todos los seres humanos somos filósofos. Todos tenemos una teoría que ponemos en práctica, sin excepción. Ya de dónde provenga esa teoría, o cómo es que la lleva al vivir, es otro tema.
Por otro lado, no nos volvamos locos con este tema de las fòrmulas, no podemos ponernos a hacer cálculo para determinar lo que es una sola idea en la intersección de las curvas del vivir y la vida. Las fórmulas son ayudas solamente, pero lo que acabo de decir tiene sentido, aunque filosófica y no matemáticamente. Así tratamos de movernos entre la coherencia inexpresable de la vida y la incoherencia del vivir que no podemos evitar expresar.
Me disculpan hablar tanto de cosas introductorias pero nadie ha leído el libro de donde salen, así que me encuentro obligado a explicarlas. Ahora sí a los que nos trae a todos a este congreso, que es el arte, separado en arte y literatura y circunscrito al caribe. Ya ven, distinciones e identidades. Podríamos pensar en la literatura como un arte de la vida y en las artes plásticas como un arte del vivir. Claro que sin reducirlas a eso, porque la literatura se vive, también, así sea en la realidad física de las letras, los ojos y el cerebro. Y el arte ¿qué sería? Sin el concepto muy abstracto del Arte? Distinguimos y mantenemos la identidad. En este rasgo hay un rastro de Hegel, y no está de más leerme a mí bajo su estrella, aunque esto se distingue más de lo que se identifica de su coherente y muy bien expresado sistema.
Una obra de arte, en cualquier medio, va a tener la distinción fundamental, y con razón, porque es obvia y también muy profunda, de la forma y el contenido. Les propongo esta fórmula, verán enseguida de dónde viene.
Es la obra de arte. Forma sobre contenido por contenido sobre forma. La forma está en el lugar del vivir y el contenido está en el lugar de la vida. Espero que esto tenga sentido, viendo que:
La forma elevada a la potencia de la forma, la forma de la forma de la forma, etc. Se vuelve un punto concreto y cualitativo, un movimiento inasible de energía, incluso eléctrica, gravitacional, sin esos nombres, por supuesto. La forma pura es vivir puro. Ambas cosas son incomprensibles, por supuesto, pero las vivimos continua e inevitablemente. Seguramente ya están anticipando que:
Es la abstracción como tal, el corte sin cuerpo. Contenido puro sin expresión. Expresión pura del contenido sin estar formado, lo místico, lo que no se puede decir de tan coherente. Una coherencia imaginada que, sin embargo, experimentamos en la vida, viviéndola. Toda la vida está organizada alrededor de este corte fundamental.
Regresemos a la obra:
Forma sobre contenido es la forma interpretada por el contenido. Es decir, la forma misma, la forma en la obra, que siempre se forma con relación al contenido que forma. En literatura esto es, sobre todo, lo que llamamos el estilo, sin poder precisar de una vez por todas qué es exactamente y dónde está el corte en el que el estilo es independiente de lo que dice la oración. Claro, porque la precisión está en el contenido mismo, pero no en el contenido de la obra sino en el contenido del vivir, que es la vida y que subsume a este u otro contenido de una u otra obra. Si el estilo se vuelve
Eso es el universo antes de los humanos. Puro estilo, puro movimiento, un gran hormigueo cósmico que recorre su propio hormiguear, sin que significa nada. Claro, porque ¡eso de significar es invento nuestro! ¡Lo inventamos con la necesidad de que el vivir sea algo y no solo hormigueo!
El contenido interpretado por la forma, como es siempre, sin excepción. ¿Y una obra que sea puro contenido? Digamos, especulativamente, que la obra es una instrucción que le dice el artista a otra persona para que haga algo con el pensamiento. Una obra abstracta, pura idea. Pero, para no alargar más la cosa, ocurre dentro de las vidas y vivires de los participantes. Si no hay forma, o si es mínima, el factor común mínimo entre lo que pueden ser las formas, el vivir entra y funciona como forma. Y, de hecho, esto ya está ocurriendo en cada momento. Cada obra tiene como forma al funcionamiento del universo.
Sigamos:
Y:
La primera es la fórmula para la imagen. La segunda es la fórmula para el concepto. Pueden ver que es otra organización de los mismos elementos. En la imagen se suman, es decir, se consideran en sus partes independientes, sin modificación, la forma y el contenido. El resultado de esa suma se divide por la forma. Lo que causa esto es que tanto forma como contenido se interpretan bajo la lógica de la forma. Así podemos hablar de imagen, que es la imagen de la obra, la parte que se “ve”, aunque no siempre visualmente. Es la cara visible. Aquí estaría el estilo, sumando a su forma, a su actividad práctica y material, el contenido en tanto forma, lo que hay de vida en la obra visto en la refracción expresable del vivir.
La segunda fórmula ilustra el concepto. Al igual que en la anterior, la fórmula pondera forma y contenido refractado en sus partes por la lógica del contenido. Esta es la parte interior de la obra, que no se ve sino que se piensa. Fíjense que el concepto está más allá de la superficie. Hay que interpretar la estructura o las estratificaciones de desiciones que muestra la imagen para llegar especulativamente al concepto. Digo especulativamente porque es un acceso teórico, abstracto, en última instancia inexpresable, más inexpresable cuanto más coherente, hasta llegar al punto en que la obra desaparece, tragada por la abstracción.
Entonces tenemos lo siguiente:
Contenido más 1. El 1 indica coherencia sin resto, la perfección abstracta. Es el resultado de cualquier instancia de la experiencia intepretada por sí misma. Esto no es trivial. Aquí regresamos al
O cualquiera de sus combinaciones. Es una equivalencia entre el 1 y n elevado a la potencia de n que no tiene sentido matemático pero sí filosófico. Esa equivalencia, se exprese como quiera en notación matemática, filosóficamente es el punto de abstracción abstractamente abstracta que es el límite de la vida, al mismo tiempo el punto más interno y el más trascendente, el más allá pero también el adentro más interior. ¿Y cuando intentamos llegar a ese 1 con qué nos encontramos? Regresamos al vivir, a la forma. Nos encontramos con que ya estamos viviendo ese 1 sin poder describirlo ni nombrarlo. Lo que estamos viendo no es particular a la obra de arte sino al vivir de la vida, dentro del que ocurre la obra de arte como forma y contenido, imagen y concepto, que se viven y no se contemplan ni pasiva ni activamente. Incluso la contemplación tiene un orden y ese orden es abstracto, la abstracción que se experimenta como concreta siendo el 1.
Así que tenemos que la imagen es contenido + 1 y el concepto es forma + 1.:
Contenido + 1 es igual a la imagen. Es decir que
Y
¿Ven cómo circulan los términos?
Espero que ya anticipen el corolario:
El concepto, que distingo con la mayúscula, es forma más 1. Recordemo qué es ese 1 en cada fórmula. El 1 en la fórmula de la imagen viene de
Y el 1 en la fórmula del concepto viene de
Así que el mismo 1 en ambos casos es filosóficamente distinto. Y matemáticamente podrían ser distintos, también, siendo dos números distintos divididos por sí mismos, pero no estamos haciendo matemáticas, aunque vale la aclaración.
Contenido sobre contenido es la abstracción abstractamente abstracta.
Forma sobre forma es el vivir completamente desvinculado de cualquier vida, cualquier idea, noción de objeto o causalidad, etc. La experiencia sin categorías como experimentan algunos místicos o pacientes de accidentes cerebrovasculares que suspenden todo raciocinio y viven el vivir mismo, que es infinitamenye cualitativo, lo cualitativo cualitativamente cualitativo, que no tiene nombres ni atributos posibles.
Así que en el concepto se suma la forma, que es una sección del vivir, y la idea misma de la abstracción, que es impensable e infinitamente coherente en sí misma. Es decir que el concepto es lo abstracto como tal circunscrito por una forma específica. La potencialidad misma de abstraerse cercada en unos límites que impone la forma. O la vida estabilizada por una porción concreta del vivir que vemos aquí en el mundo. El concepto quiere ser infinito, como toda vida vitalmente vital, pero solo llega hasta donde permite la forma. Son interdependientes y separarlos analíticamente nos lleva al error, como comprender al vivir sin la vida o viceversa.
En la imagen se suma el contenido con el vivir vivencialmente vivo, el punto cualitativo sin calificación. La imagen quiere ser cualitativa y una estructura determinada de la vida la estabiliza y la limita.
Pienso que estas ideas pueden ser útiles para un artista, como los que estamos reunidos hoy aquí. El arte no es una “obra” autónoma, exenta de la experiencia cotidiana para ser esa cosa especial que es el arte, lo artístico o la belleza.
Si pensamos que en el concepto hay un punto de fuga que llega hasta la abstracción como tal, recorriendo todo el espacio de lo que pueden ser las cosas abstractas, creo que valoraremos ese aspecto de la obra con un cierto respeto, porque no estamos simplemente teniendo una idea o una opinión, sino que en esa idea u opinión estamos “jugando” a la abstracción. Estamos involucrados en un “juego” conceptual en el está implicada la sistematicidad misma del pensamiento que, como hemos establecido, se hace, en última instancia, inexpresable. Sentimos intuitivamente que existe es punto de fuga e incluso logramos delimitarlo con ideas, pero no llegamos a él, sino que nos encontramos de vuelta en el vivir. Y recordemos que, según lo que digo aquí, el concepto es ese “intento” o “proyecto” de abstracción delimitado en cada momento por una forma. Lo mismo ocurre con la imagen, que es el “proyecto” de la cualitativo como tal, delimitado por un contenido. De esa intuición fundamental se origina todo este tema. De esa distinción entre Vida y Vivir que es de donde parto hoy para llegar a estas últimas líneas.
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